Arte Gráfico

White cube

de Brecht Vandenbroucke


Nada más antipático que la solemnidad del arte. Y nada tan grato y ameno como parodiarla, burlar todo su orgullo, pompa y circunstancia señalando con el dedo que el rey está desnud0. Lo esté o no lo esté, ese es otro cantar. Para equilibrar la balanza, Brecht Vandenbroucke decide adoptar el disfraz del bufón que da volteretas, se tira ped0s y cuenta chistes chuscos en la cara de Manet, Botticelli, Warhol o Marina Abramovic. Su irreverencia iguala épocas y estilos, escuelas y disciplinas como la performance, el graffiti, la pintura, el diseño… y el cómic. Los dos gemelos protagonistas con cabeza de uva de White cube emergen como dos implacables críticos que no necesitan pronunciar una sola palabra para dirimir la naturaleza de una obra de arte. Da igual que cuelgue de la pared de un museo o que descanse junto a un contenedor de basura, si sus pulgares apuntan hacia arriba, es que bien. Así, la tradicional división entre alta y baja cultura, entre arte popular y pieza de colección, es cuestionada por Vandenbroucke a través de sus magníficas viñetas coloreadas con acrílicos y de ese algo que podríamos llamar “humor belga” –hablar de “absurdo” aquí es quedarnos cortos–, siguiendo la estela de otros maestros del extrañamiento como Herr Seele y Kamagurka, Gummbah o Glen Baxter.


Cartoné

23,7⨉30,5 cm

64 páginas

Color


White Cube (Fulgencio Pimentel)

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White cube

de Brecht Vandenbroucke


Nada más antipático que la solemnidad del arte. Y nada tan grato y ameno como parodiarla, burlar todo su orgullo, pompa y circunstancia señalando con el dedo que el rey está desnud0. Lo esté o no lo esté, ese es otro cantar. Para equilibrar la balanza, Brecht Vandenbroucke decide adoptar el disfraz del bufón que da volteretas, se tira ped0s y cuenta chistes chuscos en la cara de Manet, Botticelli, Warhol o Marina Abramovic. Su irreverencia iguala épocas y estilos, escuelas y disciplinas como la performance, el graffiti, la pintura, el diseño… y el cómic. Los dos gemelos protagonistas con cabeza de uva de White cube emergen como dos implacables críticos que no necesitan pronunciar una sola palabra para dirimir la naturaleza de una obra de arte. Da igual que cuelgue de la pared de un museo o que descanse junto a un contenedor de basura, si sus pulgares apuntan hacia arriba, es que bien. Así, la tradicional división entre alta y baja cultura, entre arte popular y pieza de colección, es cuestionada por Vandenbroucke a través de sus magníficas viñetas coloreadas con acrílicos y de ese algo que podríamos llamar “humor belga” –hablar de “absurdo” aquí es quedarnos cortos–, siguiendo la estela de otros maestros del extrañamiento como Herr Seele y Kamagurka, Gummbah o Glen Baxter.


Cartoné

23,7⨉30,5 cm

64 páginas

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